Mientras el refrigerador está cerrado, me imagino las infinitas cosas que podría haber adentro. El aparato encierra un vasto repertorio de mundos posibles, una serie interminable de manjares alternativos. Cierro los ojos y veo toda clase de frutos exóticos, deliciosos postres y alimentos de todos los rincones del planeta.
Cuando abro el refrigerador, estos mundos posibles se disipan como niebla y no veo más que mostaza, dos tomates, una naranja y un frasco de mermelada. Queda claro que, salvo en casos de extrema necesidad, conviene que algunas puertas permanezcan cerradas.
Blog personal de Franco Puricelli – https://tercercajon.com/
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