
NAVAJA SUIZA
La puerta estaba firmemente cerrada, seguramente con llave, pero él no se iba a arredrar. La chapa era antigua, de esas que tienen cuatro tornillos y él llevaba una navaja suiza -herramienta completísima- de color rojo oscuro, que hasta destornillador tenía …
La sacó del bolsillo delantero derecho del blue jean y abriéndola se dispuso a usar el destornillador, para aflojar uno a uno los cuatro tornillos y así, quitándolos, poder desprender la chapa de metal, que sin embargo se mantenía firme, seguramente por el tiempo que llevaba allí …
Cerró el destornillador y eligió lo que era una hoja terminada en punta plana para ir forzando la chapa y desprenderla de la madera; luego de maniobrar, logró hacerlo y finalmente la capa quedó colgando de la manija, dejando al descubierto un sencillo mecanismo, que forzó con el punzón que traía la navaja y la cerradura cedió …
Empujó un poco la puerta, que resultó pesada, que, con un chirrido estentóreo de goznes viejos y oxidados, dejó un filo delgado abierto…; empujó con más fuerza y chirriando, trabajosamente, se abrió otro poco, mientras dentro, no se veía nada. …
Lo que no tenía la cuchilla era linterna y él, ya un poco temeroso, recostó su espalda en la puerta y retrocedió, pero casi se cae cuando esta cedió. Dentro, la oscuridad era absoluta y la escasa luz que podía entrar desde fuera no disipaba nada de las tinieblas. Poco a poco sus ojos se fueron acostumbrando y medio que vislumbró que estaba en lo que parecía un pasadizo. Avanzó cautelosamente, con la cuchilla abierta por la hoja filuda en una mano y con el otro brazo extendido y la mano abierta, como tanteando. De pronto sintió que le faltaba piso y caía. Abrió la mano instintivamente y soltó la cuchilla. La desesperación y el miedo le impedían pensar, mientras caía. Sintió que le faltaba el aire, abrió la boca y de su garganta salió un chillido extraño…
No supo cuánto tiempo estuvo inconsciente y al abrir los ojos, vio la cara de un viejo, que lo miraba fijamente. De pronto, dentro de su cabeza, escuchó una voz ronca que decía: “Bienvenido… Soy Caronte y te voy a llevar al otro lado … No pongas esa cara, porque mi barca es muy segura … El Leteo es tranquilo y pronto lo olvidarás todo …
Cerró los ojos, apretándolos aterrado y no vio ni sintió al viejo que lo cargaba en brazos, casi como a un bebé …
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Manolo.