
Todo era para ella.
Lo nuevo, lo viejo, lo que le gustaba mucho y lo que le gustaba algo. Por si acaso, lo que le gustara muy poquito también…
“Dar” y “compartir” eran las palabras desconocidas en su léxico y pensaba, estaba segura, que tenía derecho a tener lo que tenía y a tener más, mucho más…
Nunca se casó porque no se imaginaba compartir su vida, ni dio limosna alguna ya que consideraba el pedir una enfermedad contagiosa. No daba ni la mano al saludar.
Un día se dio cuenta que estaba sola. Todos se habían ido a quién sabe qué sitios y la vida era como una carretera vacía, que venía no se sabe de dónde ni a adónde iba. Entones, no encontró a nadie que tuviera lo que ella hubiese querido.
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